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Bots escritores y editores algorítmicos

Cada vez es menos raro encontrarse titulares que anuncian nuevas proezas realizadas por los robots, que desarrollan su inteligencia artificial a un ritmo trepidante. Es fácil intuir el monstruo que están creando los algoritmos y las constantes aportaciones que día a día realizamos los humanos a este fondo común que es internet. Los asistentes de voz como Siri o Alexa bromean, un robot llamado GPT-3 ha escrito un artículo entero para The Guardian, ya hay profesores autómatas enseñando en algunas aulas, androides abogados creando estrategias legales de defensa y los códigos ya tocan con la punta de los dedos la conquista de las emociones y los sentimientos humanos.

En este contexto no debería sorprendernos que los robots penetren en los vastos campos del arte literario. Lo que tal vez ha impactado es que ya ganen premios. Recientemente Espasa tuvo que demostrar que el último ganador de su premio de poesía -el «Premio Espasa» – no era un bot (que no deja de ser un robot sin cuerpo mecánico, un programa inteligente que se mueve por la red) . Las sospechas no carecían de fundamento: el ganador, el venezolano Rafael Cabaliere, era un total desconocido por todo el mundo, solo existía una borrosa fotografía suya, su contenido se limita a la publicación constante de poemas y tiene miles de seguidores en sus redes sociales.

¿Puede un bot generar propiedad intelectual propia y ganar los 20.000 euros con el que está dotado este premio de poesía o debería ser el hacker que lo ha creado el beneficiado? Esta y otras preguntas se quedarán sin resolver porque finalmente Rafael demostró que era de carne y hueso grabándose en un vídeo, aunque su falta de expresividad, que podía recordar a la de Mark Zuckerberg compareciendo ante el Congreso de los Estados Unidos, ha hecho que mucha gente siga creyendo que se trata de un robot. Sin embargo, el hecho de que pueda haber sospechas de que el ganador de un premio literario pueda ser un bot ha abierto el debate de hacia dónde vamos. ¿Podrán los robots sustituir e incluso mejorar algo tan intrínsecamente humano como el arte? ¿Quedaremos los humanos relegados a una versión obsoleta de nosotros mismos, eclipsada por una inteligencia con la experiencia y la prudencia de un anciano y la pasión y la energía de un joven, con la creatividad de mil cerebros, capaz de hablar todos los idiomas, saberlo y sentirlo todo?

Foto de perfil de Rafael Cabaliere

Extinguido el fuego de las sospechas de un bot siendo ganador de un premio de poesía, Espasa se tuvo que enfrentar al siguiente debate: en estos tiempos de hegemonía de las redes sociales y el consumismo desbocado, ¿las editoriales están dando la espalda a la calidad literaria para abrazar el número de seguidores de sus autores? Es innegable que actualmente, si cuentas con un número de seguidores elevado y un elevado grado de influencia sobre ellos, eres una mina de oro. Y las editoriales lo saben. Rafael Cabaliere tiene casi novecientos mil seguidores y cada uno de sus poemas tienen una gran difusión a través de miles de retuits de usuarios (o compis bots, ¿quién sabe?). Sin embargo, es evidente que la calidad de sus poemas deja mucho que desear y no son pocas las voces que lo acusan directamente de plagio.

Este debate no es nuevo y se vuelve a abrir con la publicación de cada nuevo libro escrito por un influencer o youtuber con miles de suscriptores. Tampoco es un tema inédito en relación con los premios literarios, que al final no dejan de reflejar la realidad de las prácticas de una industria editorial que no es diferente a otras industrias en cuanto a su objetivo final: el de ganar dinero a toda costa. A nadie se le escapa que los más de trescientos mil seguidores de la joven Elvira Sastre tienen algo que ver con el hecho de que ganara un premio tan prestigioso como el Premio Biblioteca Breve. Una de las primeras preguntas que actualmente hacen la mayoría de editores y agentes literarios a los escritores nerviosos que les entregan el manuscrito en el que han depositado su alma e incontables horas de trabajo, es precisamente su número de seguidores. Se apuntan la cifra en un rincón de la primera página del manuscrito y esta cifra pesará mucho más que la complejidad de sus personajes o la calidad de la narración.

Los dos debates que ha abierto el Premio Espasa de este año me parecen dos caras de la misma moneda. Robots escribiendo como si fueran humanos, humanos editando como si fueran robots. Pero ante estos vientos fríos que vienen del Premio Espasa y que parecen augurar un futuro turbulento, soy optimista. Optimista y naíf, si queréis. Creo que los robots, con todos sus algoritmos precisos y códigos exhaustivos, nunca podrán conquistar más que la apariencia, la superficie, la costra de nuestra esencia impenetrable, de nuestro inescrutable misterio: el universo de los sentimientos y las emociones humanas. Y, ante estas prácticas editoriales tan rentables como deshonestas, siempre habrá editores que defenderán el oficio de la edición como arte y lucha, resistencia y rebelión, y no como un simple algoritmo que traduzca la cifra de seguidores de un autor en ventas potenciales.

Artículo original en catalán (Bots escriptors i editors algorítmics) – El Periòdic d’Andorra (18 de septiembre de 2020).

2 Comments

  • realymagico
    Posted 1 de octubre de 2020 at 9:21 pm

    ¡Valiente! me encanta el sentido crítico de tus textos. Coincido y soy optimista; como tú. Nada, ningún robot va a ser capaz nunca de imitar la esencia humana, la espiritualidad, el talento, nuestro misterio. Abrazos!!!

  • Paseando entre páginas
    Posted 20 de octubre de 2020 at 1:59 pm

    Res a afegir, una entrada excel·lent. Sens dubte el premi d’enguany ha estat molt polèmic. Dubto que els robots puguin guanyar premis, o com a mínim, ho dubto amb la tecnologia actual. D’acrod amb el meu parer, si algun gunyés un premi, aquest s’haruia de declarar desert. Sobre el fet que les editorials ofereixen premis segons el nombre de seguidors, no em sembla que s’hi pugui afegir res: aquesta és la realitat amb la qual hem de conviure.

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