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El árbol, de John Fowles

“Tal vez el que hallara cierto sentimiento religioso en mi inmensa devoción por los bosques se deba a que nunca tuve una verdadera religión que seguir (y sigo sin tenerla). Sus misteriosas atmósferas, sus silencios, sus pasillos (sobre todo en los hayedos)… Hasta los bosques más pequeños guardan sus secretos y sus lugares recónditos, sus recintos sin señalizar, y todos los edificios sagrados, desde la catedral más grandiosa hasta la capilla más pequeña, y todas las religiones hunden sus raíces en el aura natural de esos escenarios boscosos. En ellos, nos hallamos entre otros seres más longevos, más grandes e infinitos, más alejados de nosotros que la forma de vida no humana más extraña que pudiéramos imaginar: ciegos, inmóviles, sin habla (o capaces de usar tan solo las confuses paroles de Baudelaire), vigilantes… En general, podemos decir que adquieren la única forma física que podría tener un dios universal.”


Si hace unos días os hablaba de El pequeño salvaje, de T.C. Boyle, la historia del viaje de lo salvaje a lo civilizado de un niño que ha crecido sin contacto con la sociedad, hoy quiero hacer el viaje inverso. Y sí, la excusa vuelve a ser un libro de Editorial Impedimenta, aunque en este caso, siguiendo mi propósito de explorar nuevos espacios literarios, se trata de un ensayo.

John Robert Fowles fue un novelista que obtuvo el éxito con su primera novela, El coleccionista (1963), aunque lejos de recluirse en el terreno de la ficción, también publicó numerosos ensayos, frecuentando los círculos de filósofos británicos. Falleció en 2005 después de una larga batalla contra una apoplejía que sufrió en 1988 e Impedimenta, diez años después de su muerte, decidió editar el ensayo que os traigo hoy.

En El árbol Fowles reflexiona sobre la pasión que ha sentido siempre por los espacios naturales, y cuando digo “espacios naturales” no hablo de parques, campos y jardines, donde el césped está cuidadosamente rapado, los caminos dividen en secciones las zonas verdes y las flores y los árboles cuya especie y localización son elegidos con criterios estéticos y prácticos, son cuidados, regados, incluso guiados para que crezcan en la dirección que a los humanos nos interesa. Naturaleza con un fin específico; un árbol para dar sombra a un banco, unas enredaderas para embellecer una fachada, unas flores para decorar la terraza, árboles frutales perfectamente alineados y organizados para producir fruta. No, esto no es a lo que se refiere John Fowles. A John le apasionan los espacios naturales sin que la mano del hombre haya intervenido en su maravilloso e inmejorable caos. Ama a la naturaleza azarosa, que se enreda, que se confunde, ama las malas hierbas, la falta de caminos, los bosques salvajes.

Más allá del placer de descubrir una pasión que compartes pero en la que nunca te habías parado a pensar, y aún menos con la profundidad con la que el autor lo trata en este ensayo, este libro es una exquisitez. Y ahora no me refiero a la preciosa edición de Impedimenta -que también- sino a la delicia de leer a Fowles. El árbol no se trata de un ensayo analítico, que pone en relieve datos exactos, estadísticas y hechos, sino más bien un ensayo indagatorio, íntimo y personal. John Fowles repasa su biografía y resalta el contraste y las discusiones con su padre, al que le encantaba la naturaleza, aunque controlada, manipulada y gobernada por el perfeccionismo artificial y el pragmatismo aburrido del hombre. John consigue, no solo hacer comprender, sino también transmitir su pasión por la naturaleza desordenada y salvaje y su aversión al afán de la humanidad de someter la naturaleza a sus fines.

Hace unas semanas pasé toda la mañana de un domingo en Barcelona y, al mediodía, volví a Andorra. Solo paré en casa para cambiarme, me fui directamente a la montaña, a Sorteny, al norte de todo del valle del Principado, tocando a Francia. No había nadie en el parking donde acaba la carretera. Cogí mis raquetas y empecé a subir el valle nevado, sin un resquicio de intervención del hombre, sin una sola casa. Contemplando el río, los árboles, las montañas, el caos de la naturaleza, disfrutando del silencio, me dejé caer en la nieve y observé las nubes, que se movían a gran velocidad en el cielo. Incluso creo que me dormí durante unos minutos, invadido por esta paz, esta comunión con la naturaleza que no me dan los parques. Volviendo a casa como nuevo, como salido de unas aguas termales, recordé este ensayo, esta pasión que he aprendido a reconocer, este contemplar lo salvaje como si fuera un museo, pensé en la gente que, metida en ciudades llenas de edificios y vehículos, oficinas y jardines, hace años que no disfruta de esta paz indescriptible. 

El árbol es un libro muy corto pero que pide ser leído poco a poco, disfrutando de la prosa sencilla, cercana, íntima, serena y pura de John Fowles, dejándose invadir por esta pasión que el autor comparte sin reservas. Es el viaje inverso al que nos proponía T.C. Boyle en su novela El pequeño salvaje. Cuando el hombre racional, práctico, organizado y trabajador a veces mira al cielo, que se distingue entre los grises edificios y se da cuenta que está cansado de tanta civilización, de tanto orden, que echa de menos su lado más animal, más instintivo, más caótico, más azaroso, más libre. Un ensayo muy recomendable.

14 Comments

  • Xavier Beltrán
    Posted 30 de marzo de 2016 at 10:54 am

    Ay, cuánto me cuesta a mí este género. Por más que lo recomiendes, lo dejaré pasar, porque siempre echo de menos el latigazo de la ficción.

    Un abrazote.

  • Agnieszka
    Posted 30 de marzo de 2016 at 2:14 pm

    He leído “El coleccionista” y “El mago” de Fowles, y pensaba que era escritor de ficción. Desconocía esta otra faceta del autor británico. ¡Gracias por la recomendación!
    besos

  • Ana Belén
    Posted 30 de marzo de 2016 at 3:02 pm

    No hace mucho leí también un ensayo de Alfonso Alcántara, “El cociente agallas”, y me gustó mucho… Por lo general me gusta de vez en cuando la lectura de un libro donde simplemente el autor reflexiona sobre algo… creo es bueno que, en determinados momentos, uno pueda sentirse identificado con el autor, como a ti te pasó bajando de esas montañas nevadas… 😉

  • Rocío
    Posted 30 de marzo de 2016 at 7:00 pm

    Pues me ha gustado todo lo que cuentas y me llevo apuntado tanto el libro como al autor, un beso

  • Violeta
    Posted 30 de marzo de 2016 at 9:28 pm

    Hola!
    Aunque pinta genial es un género que no suelo leer. Gracias por la reseña. Besotes

  • S.
    Posted 30 de marzo de 2016 at 9:53 pm

    ¡Buenas!
    Leí sobre este autor y sus ensayos por otro blog y me llamó la atención; veo que a ti te ha gustado mucho :]

    El tema, desde luego, es interesante. En mi caso, soy poco de la naturaleza, aunque también es cierto que quiero experimentarla un poco en un futuro (espero) próximo. Pero bueno, tampoco me molesta ser urbanita, cada cosa tiene su encanto, supongo :]

    ¡Saludillos! ♪

  • Margari
    Posted 30 de marzo de 2016 at 10:12 pm

    Pues no suelo leer ensayo, pero creo que éste me gustaría. Voy a tener que buscarlo.
    Besots!!!

  • Neus
    Posted 30 de marzo de 2016 at 10:58 pm

    Not bad, pero no me apasiona.. de momento no lo apunto
    ya sabes que tipo de libros me gustan a mí x)
    un beesito

  • Diana
    Posted 31 de marzo de 2016 at 1:02 pm

    Hola,
    ¡Un ensayo! ¡Cortito! ¡Apuntado! No me suelen asustar los ensayos, incluso me gustan mucho. Y como lo has descrito de esa forma, se me hizo irresistible. Oh, y no faltaba la foto con un árbol *_____* Nunca nos cuentas tu secreto u____u Snniff.
    Lo que me llamó la atención es la nota que dejaste en goodreads, ¿se trata de un error? Creo que vi dos estrellitas, y en tu reseñas son más. :O En fin, tampoco tiene demasiada importancia. 🙂

    Un beso!

  • Kosmisch
    Posted 31 de marzo de 2016 at 5:04 pm

    ¡Hola! Me ha encantado la entrada y tu blog, muy bien logrado.

    Me gustaría que te pases por mi blog para ver qué te parece y si te gusta, quédate por favor.

    http://buscandotelibro.blogspot.com.ar/

    Un abrazo y muchísimas gracias.

  • Ray
    Posted 31 de marzo de 2016 at 5:35 pm

    No me he podido sentir más identificado con esa pasión a lo natural, a lo salvaje, tan en contraste con la monótona y gris vida urbanita. Me lo apunto. Y puestos a comparar, me ha recordado mucho a otro libro que también tengo apuntado: “Walden” de Henry D. Thoreau, no sé si te sonará.
    Excelente reseña.

    Un abrazo 😉

  • Tizire
    Posted 4 de abril de 2016 at 4:25 am

    Muy evocadora tu reseña. Aún así, no es el libro que más me apetece en este momento, aunque no lo descarto en absoluto. 1beso!

  • Shorby
    Posted 6 de abril de 2016 at 11:29 pm

    Pues pinta muy bien, lo anoto, que además la editorial siempre tiene títulos majos =)

    Besotes

  • Trackback: John Fowles (1926-2005) | Aminta Literaria

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