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El mito Brontë

La familia Brontë es uno de los enigmas más atrayentes y tenebrosos de la literatura universal. ¿Cómo tres hermanas de una familia humilde que viven en un ambiente rural, aislado y yermo acumulan tanto talento literario como para crear, como mínimo y en muy pocos años, tres clásicos fundamentales de la literatura? ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué les daban de comer?

Contra todos los pronósticos, el superdotado Patrick Brontë, de origen humilde e irlandés, logró ingresar en una prestigiosa universidad y estudiar teología e historia. Patrick accedió a la honorable posición de vicario perpetuo y se instaló con la joven Maria Branwell, con quien se acababa de casar, en la casa parroquial de Haworth. Patrick era un hombre con mucho carácter, conservador, inflexible, excéntrico, hipocondríaco, admirador del Duque de Wellington y, no menos importante, de un apetito y potencia sexual remarcables. Nunca se iba a dormir sin sus dos pistolas en la mano.

Patrick Brontë.

Después de dar a luz a seis hijos (Maria, Elizabeth, Branwell, Charlotte, Emily y Anne), Maria murió a los treinta y ocho años de edad. La muerte de la dulce Maria parece ser el preludio de la leyenda negra de la familia Brontë. Aunque Patrick buscó una segunda mujer e hizo más de una proposición de matrimonio, ninguno prosperó y se quedó viudo de por vida. Decidió enviar a sus hijas (menos a Anne, la más pequeña) a la escuela para hijas de clérigos de Cowan Bridge sin saber el infierno al que las estaba enviando. El maltrato constante por parte de los profesores y las pésimas condiciones en que vivían los alumnos de aquella escuela eran tan extremas que provocaron la muerte de las dos hijas mayores, Maria y Elizabeth. Charlotte y Emily (que entonces tenían ocho y seis años respectivamente) se quedarían con secuelas físicas y emocionales de su paso por Cowan Bridge para toda la vida.

Lo cierto es que Patrick siempre depositó todas sus esperanzas en su único hijo, el favorito, el atractivo Branwell. Desgraciadamente él tampoco eludió la maldición de la familia. Aun poseyendo una imaginación desbordante a la hora de escribir y un gran talento pintando, su adicción al alcohol y al láudano, sus aventuras con mujeres, las deudas y los fracasos constantes en su carrera lo hundieron y se murió con treinta años de tuberculosis. El único retrato que conservamos de las hermanas Brontë es el que hizo Branwell, en el que se borró a sí mismo de la pintura. En este gesto desesperado siempre he visto su tormento, su suplicio insondable.

Branwell se borró a él mismo del retrato que pintó con sus hermanas.

Pero para responder a la pregunta que planteo al principio de la entrada es necesario que nos centremos en las tres hermanas supervivientes, que trabajaban de institutrices, escribiendo escondidas tras sus respectivos seudónimos masculinos (Carrer, Ellis y Acton Bell). La grande, Charlotte, fue la que vivió más tiempo, aunque no llegó a cumplir los cuarenta años. Su obra maestra fue Jane Eyre, que está llena de hechos autobiográficos: Jane Eyre pasa por una escuela en pésimas condiciones donde pierde su mejor amiga de la misma manera que Charlotte perdió en Cowan Bridge a sus dos hermanas mayores. Jane trabaja de institutriz, al igual que la Charlotte, y Rochester, el héroe tan bondadoso y honrado como áspero y arisco, nos puede recordar fácilmente a la personalidad excéntrica de Patrick. El padre de las hermanas se nos repite en la figura de Heathcliff en la famosa obra de Emily, Cumbres borrascosas. En su soledad, las hermanas Brontë encontraban inspiración en todo lo que observaban a su alrededor.

La diferencia la encontramos en la pequeña y menos conocida de las hermanas: Anne Brontë. En Agnes Grey, su primera obra, nos volvemos a encontrar con el oficio de institutriz. Lo interesante llega con su segunda y última obra: La inquilina de Wildfell Hall. Poco después de que la sensible Anne consiguiera trabajo de institutriz en una familia, la misma decidió contratar a su hermano Branwell como profesor de música y allí se enamoró de la esposa de su patrón. Arthur, la figura masculina de la segunda novela de Anne, no está inspirada en su padre, sino en su hermano. Arthur es un hombre vicioso, alcohólico, egoísta y tóxico. Un hombre dominado por sus bajas pasiones.

La inquilina de Wildfell Hall fue un libro tan exitoso como polémico por los temas que trataba. Cuando Anne murió, Charlotte impidió su reedición aduciendo que el carácter de su hermana era muy influenciable y el rumbo de la historia estaba mal planteado. Los efectos de esta decisión de la Charlotte llegan a nuestros días: Cumbres borrascosas y Jane Eyre son considerados clásicos, mientras que La inquilina de Wildfell Hall es siempre la gran olvidada. Anne es “la otra” hermana Brontë. ¿Por qué hizo eso Charlotte? ¿Para proteger el nombre de Anne por los temas polémicos que trataba en plena época victoriana? ¿Para defender la reputación de su hermano Branwell? ¿O el motivo se reduce a mera envidia? No hay consenso entre los biógrafos y el mito Brontë sigue nebuloso, indiferente a la fascinación y la curiosidad de los lectores cautivados por las historias de las tres hermanas más famosas de la literatura universal.

Patrick Brontë vio morir a su mujer y a sus seis hijos. Antes de reencontrarse con ellos encargó una biografía de su hija Charlotte a Elizabeth Gaskell. Después de tanta muerte debía percibir la inminencia de un nacimiento. El nacimiento de un mito.

Artículo original en catalán – El Periòdic d’Andorra (10 de julio de 2020).

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