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El vaivén del mar

Esta semana he vivido uno de esos momentos de éxtasis que, excluyendo el posible consumo de drogas, se dan pocas veces en la vida de una persona. Este pasado 20 de enero ha salido a la venta La guardia, de Nikos Kavvadías, el primer libro de Trotalibros Editorial. ¿Cómo describir la sensación de tener el fruto de tantos esfuerzos y tantas esperanzas materializados en un libro que pesa poco más de quinientos gramos? ¿Cómo describir la ilusión de poder tocar, oler, leer tu sueño hecho realidad?


Para esas ocasiones en las que no me salen las palabras para describir un sentimiento tan íntimo y redondo siempre recurro a la poesía y, esta vez, un poema de Joan Margarit define a la perfección esta emoción que siento al dar a luz un proyecto tan estimado como este: «Oh, cómo quiero este profundo silencio, cuando todo queda suspendido pero tranquilo y sin desear ningún desenlace. Un ciego ahuca los perros del azar y el manantial de las palabras atraviesa oculto vilorda y sotobosque


Es este silencio que se da cuando los planes empiezan a caminar, cuando la bicicleta avanza sin ruedines, cuando aún nada de lo proyectado se ha desviado ni un milímetro por los ineludibles imprevistos, cuando todo está ordenado, virgen de los golpes del caprichoso azar; el instante que se instala entre la subida inicial y el inicio vertiginoso y veloz, plegado de giros y loopings. Así llega La guardia, la única novela de Nikos Kavvadías, en las librerías. Más de un colaborador me ha llamado loco por querer estrenar la editorial con este libro, ¿pero que acaso no es una locura poner en marcha un proyecto editorial en plena pandemia mundial de coronavirus? ¿Acaso poner en marcha un proyecto cultural a secas no es ya de por sí una absoluta locura? Si es así, se trata de una locura que sin duda vale la pena.


¿Quién era el autor de La guardia? Aunque de padres griegos, Nikos Kavadías nace en Manchuria en 1910 y pasa una infancia casi nómada hasta que la familia Kavadías se establece en la ciudad griega de El Pireo. Cuando parece que el joven Nikos va a empezar una vida normal y se presenta a los exámenes para acceder a la Facultad de Medicina, su padre enferma y Nikos tiene que hacerse cargo de la economía familiar. Con diecinueve años se embarca y, a partir de ese momento, pasa a sentirse un extranjero en tierra firme. Nikos Kavadías vive prácticamente toda su vida en el mar (a excepción de los años de la Segunda Guerra Mundial, que combate en Albania, la ocupación nazi, que lo retiene un tiempo en Atenas, y sus últimos días antes de morir). Su única casa fue los barcos mercantes y su única familia los rudos marineros con los que se encontraba, se perdía y se reencontraba por el mundo y a lo largo de los años. Marinero empedernido, Kavadías trabajaba de radiotelegrafista, aunque siempre intentó incansablemente llegar al grado de capitán. La guerra se lo impidió.

Kavadias sobretodo escribió poesía, erigiéndose con su obra tan escasa como prodigiosa en uno de los nombres imprescindibles de la literatura griega moderna. En vez de la tradicional ancla, los marineros griegos se tatúan sus versos porque nadie como él los supo comprender. Cuando en una ocasión alguien le preguntó si algún día escribiría una autobiografía él dijo que, si lo hiciera, lo matarían. En vez de eso, pues, escribió una novela, su única novela, La guardia, donde depositó toda su experiencia vital y toda su fuerza poética.


La guardia nos introduce en el Pytheas, un buque mercante que navega hacia las costas chinas. Su tripulación consiste en dieciséis marineros que charlan durante las largas noches de guardia. Hablan de sus recuerdos, de puertos, de prostitutas, otros marineros. Entre ellos nos encontramos al joven Diamandís, un chico que ha contraído sífilis en una de las paradas del viaje, o el oficial Yerásimos, cargado de recuerdos como el radiotelegrafista, Nicolas, el alter ego del autor. Todos tienen voz en esta novela, todos quieren explicar sus secretos más inconfesables al mar que brilla confidente bajo la luz de la luna.


Se trata de una novela que te adentra en un mundo brutal, políticamente incorrectísimo para los tiempos que corren; una historia que, lejos de defender sus personajes, pone el dedo en sus llagas, en la llaga de tantos años de soledad, de nostalgia, de melancolía, de huida de lo que más aman porque lo que más aman es lo que más temen . «Yo, en tierra, me mareo», confiesa uno de ellos. Apátridas que sólo conocen de los continentes sus bordes, hombres desarraigados, permanentemente exiliados en las inmensidades de los océanos atemporales, sombras saladas.


Después de la odisea -nunca mejor dicho- de volver a llevar a las librerías esta obra maestra ahora respiro fuerte y disfruto de la calma del puerto mientras veo cómo el barco se aleja y desaparece en el horizonte. El poema de Joan Margarit acaba ya: «Oh, cómo amo este profundo silencio tan ordenado y claro, hecho de ladrillos de silencio tan bien emparejados. Él ablanda este miedo de siglos que me espesa la sangre. Pavor de ser como un dado que en la mesa de un barco rueda solo con el vaivén del mar.»

Ahora La guardia ya es vuestro, vuestro es el vaivén del mar.

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